martes, 1 de febrero de 2011

El mundo "Iluminado" del Artista

Usualmente las palabras que preceden una muestra como esta suelen hablar de procesos y técnicas que solo el critico es capaz de percibir. Pero y qué es el arte sino un consenso entre tu y yo, un pacto tácito entre los colores y las formas, entre el vacío y el concepto, una fábula que el cuentero hace posible.

Siéntate o desnúdate, quédate pasivo o disponte a la acción. Eso parece querer decirnos Andrea Valencia con su práctica pictórica. Pero, y si la acción es un sueño voyerista, si todo lo que vemos puede ser un recuerdo, si el que escribe es una farsante, y si Andrea es una pirata navegando entre fraudes, robando imágenes, vendiendo bits por oleos, bien, pues tanto mejor.

De hecho, si en algún momento la autoría de las obras de Andrea Valencia ha sido puesta en duda, se debe principalmente a que ella misma puede ser sólo un personaje más dentro del basto teatro constituido por el “mundo del arte”. Al igual que la hilandera, Andrea es una artista que mientras interpreta su papel “teje” la trama que da existencia a su propio personaje. Es el producto de un acto sin principio ni fin, un espejo que nos revela la identidad dual del artista como creador y como creación.

Después de los múltiples actos resignificación no habrá distinción entre lo que se escribe y lo que es posible ver o sospechar en el lienzo. Para el espectador estos cuadros no serán más ese lugar idílico de armonía y mesura, sino el escenario de un crimen, un campo plagado de evidencias y huellas incriminatorias.

Con el uso de los nuevos medios Andrea se las arregla  para introducir la duda y la burla en el mundo “iluminado” del artista. La reproductividad y la artificialidad son un indicio de que no todo es genialidad en el arte, no todo es un “yo” cultivado con poderes de salvación. Sus personajes intenta acallar esa razón prepotente que se erige como verdad única del original, encarnan la promesa de una vieja vanguardia que se rehúsa a ser llamada como tal.

Usualmente las palabras que preceden una muestra como esta suelen hablar de procesos y técnicas que solo el critico es capaz de percibir. Pero y qué es el arte sino un consenso entre tu y yo, un pacto tácito entre los colores y las formas, entre el vacío y el concepto, una fábula que el cuentero hace posible.

Siéntate o desnúdate, quédate pasivo o disponte a la acción. Eso parece querer decirnos Andrea Valencia con su práctica pictórica. Pero, y si la acción es un sueño voyerista, si todo lo que vemos puede ser un recuerdo, si el que escribe es una farsante, y si Andrea es una pirata navegando entre fraudes, robando imágenes, vendiendo bits por oleos, bien, pues tanto mejor.

De hecho, si en algún momento la autoría de las obras de Andrea Valencia ha sido puesta en duda, se debe principalmente a que ella misma puede ser sólo un personaje más dentro del basto teatro constituido por el “mundo del arte”. Al igual que la hilandera, Andrea es una artista que mientras interpreta su papel “teje” la trama que da existencia a su propio personaje. Es el producto de un acto sin principio ni fin, un espejo que nos revela la identidad dual del artista como creador y como creación.

Después de los múltiples actos resignificación no habrá distinción entre lo que se escribe y lo que es posible ver o sospechar en el lienzo. Para el espectador estos cuadros no serán más ese lugar idílico de armonía y mesura, sino el escenario de un crimen, un campo plagado de evidencias y huellas incriminatorias.

Con el uso de los nuevos medios Andrea se las arregla  para introducir la duda y la burla en el mundo “iluminado” del artista. La reproductividad y la artificialidad son un indicio de que no todo es genialidad en el arte, no todo es un “yo” cultivado con poderes de salvación. Sus personajes intenta acallar esa razón prepotente que se erige como verdad única del original, encarnan la promesa de una vieja vanguardia que se rehúsa a ser llamada como tal.









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